A sus 61 años, José Luis Vargas es una figura emblemática de la zona costera de Acapulco. Lo que comenzó en la década de los ochenta como una curiosidad mientras vendía aceite de coco, se transformó en un oficio artesanal único: la creación y venta de paracaídas de juguete. Inspirado por los paracaidistas reales que surcaban los cielos guerrerenses, José diseñó sus propios moldes de plástico para dar vida a figuras de superhéroes como Spider-Man y Batman, logrando que pequeños fragmentos de tela y plástico se convirtieran en el motor de su economía.
El camino no ha sido sencillo. Con el paso de las décadas, las largas caminatas bajo el intenso sol del Pacífico han comenzado a pasar factura físicamente; sin embargo, su determinación permanece intacta. José Luis relata que, aunque el cansancio es inevitable, su responsabilidad hacia su familia y el agradecimiento que siente por tener salud lo mantienen en pie de lucha todos los días, sin importar si es temporada alta o un lunes ordinario.
Para este veterano comerciante, su labor va más allá de un simple intercambio comercial; es un testimonio de dignidad y resiliencia. A pesar de las fluctuaciones del turismo, él sigue recorriendo la arena con la misma fe con la que lanzó su primer prototipo al aire. Su historia es un recordatorio del valor del trabajo informal en México, donde el esfuerzo individual se convierte en el pilar que sostiene los sueños de toda una familia.
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