El uso inadecuado de dispositivos digitales no depende únicamente del tiempo que se les dedica, sino también de la intensidad, la frecuencia, la dependencia que generan y sus efectos negativos. Dos investigaciones , una publicada en JAMA y otra impulsada por la Organización Mundial de la Salud (Health Behavior in School-aged Children, HBSC) examinan cómo impactan las pantallas en los adolescentes, quienes son particularmente vulnerables.
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El primer estudio demostró la adicción a los videojuegos, las redes sociales y teléfonos móviles con pensamientos suicidas y posibles trastornos mentales en el futuro. El segundo estudio desterminó que un 11% de los menores ya presenta una significativa alteración en su vida diaria por el uso de estos dispositivos, y un 32% se encuentra en riesgo de poder desarrollar una relación problemática con ellos.
Según los datos arrojados de estos estudios, uno de cada diez adolescentes ya muestra un uso problemático de videojuegos, redes sociales y dispositivos tecnológicos, lo que significa que su uso interrumpe de manera negativa en su vida diaria, afectando sus relaciones, su bienestar emocional y también su desempeño escolar. Por otra parte un 32% se encuentra al borde de desarrollar este tipo de problemas, y en consecuencia, esto representan casi la mitad de los adolescentes, según el estudio internacional HBSC, que abarca más de 40 países y se actualiza cada cuatro años.
El 56% restante está clasificado como fuera de riesgo: un 44% con un uso activo pero no perjudicial y un 12% inactivo digitalmente. No obstante, la cantidad de adolescentes en situación crítica ha aumentado desde la última edición del informe. También se observan diferencias por género: las chicas tienden a utilizar más las redes sociales de forma continua y con más consecuencias negativas, mientras que los chicos tienen mayor tendencia al uso excesivo de videojuegos.
Entre las edades que rondan los 11 y 14 años parece estar la etapa más vulnerable para desarrollar un vínculo problemático con la tecnología, y la situación económica no influye significativamente en esta tendencia. El 34% de los adolescentes juega en línea todos los días, y el 22% dedica a ello más de cuatro horas diarias. Solo una minoría del 20% no participa en juegos digitales.
La parte positiva es que a partir de los 14 años, se sugiere reforzar regulaciones para limitar el acceso de los jóvenes a estas tecnologías, fomentar estilos de vida saludables y exigir responsabilidad a la industria tecnológica, especialmente en eliminar mecanismos de recompensa que fomentan el uso compulsivo de los diferentes dispositivos.
Francisco José Rivera, uno de los autores del estudio, advierte que un uso intensivo, aunque inicialmente no tenga consecuencias graves, puede derivar en una relación problemática con la tecnología. También señala que las chicas se ven más expuestas a trastornos como el ciberacoso o problemas de imagen corporal, en parte por los estándares sociales promovidos en redes, mientras que los chicos enfrentan otras formas de presión, aunque se observa una tendencia a que ambos géneros se vean afectados de forma cada vez más similar.
Por otro lado, el estudio reconoce que las redes sociales pueden servir como un espacio de conexión emocional y apoyo para algunos adolescentes, aunque también pueden causar aislamiento, lo que demuestra su doble cara.
Además, la investigación publicada en JAMA refuerza estos hallazgos: el uso adictivo de redes, móviles y videojuegos desde la infancia está relacionado con pensamientos suicidas y trastornos de salud mental. Este estudio, con más de 4,000 jóvenes seguidos durante cuatro años, revela que casi la mitad muestra una trayectoria de uso altamente adictiva, siendo las chicas más propensas a las redes sociales y los chicos a los videojuegos.
Expertos como Lisa Henderson y Chris Ferguson señalan que más allá del tiempo, es el tipo de actividad digital la que tiene un mayor impacto en la salud mental. Además, señalan que el uso excesivo puede ser un síntoma de estrés originado en el entorno familiar o escolar, más que una causa directa de los problemas emocionales.
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