Una mujer de 65 años, diagnosticada con Enfermedad de Parkinson, ingresó al quirófano para someterse a un procedimiento de estimulación cerebral profunda (DBS, por sus siglas en inglés) en el King’s College Hospital de Londres. Durante la intervención, los cirujanos le pidieron que tocara su clarinete mientras la operaban.
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¿Cuál fue la idea de crear este épico momento en el quirófano?
Ni más ni menos que, evaluar en tiempo real cómo respondían sus manos y la coordinación motora una vez que los electrodos implantados comenzaran a emitir pulsos eléctricos en zonas específicas del cerebro.

¿Por qué permitir que tocara un instrumento durante la cirugía?
La estimulación cerebral profunda es un tratamiento que consiste en implantar electrodos en el cerebro y conectarlos a un generador eléctrico ubicado en otra parte del cuerpo en este caso, el pecho, para aliviar los síntomas motores resistentes en pacientes con Parkinson.
Poder mantener a la paciente despierta y activa durante parte de la cirugía permitió a los médicos observar directamente mejoras en su movilidad: al haberse puesto a tocar el clarinete, fue evaluada la coordinación de manos y dedos, así como la fineza de los movimientos y la capacidad de reacción de su sistema neuromotor.
La paciente con sus propias palabras compartió que, notó un cambio inmediato en la mano derecha cuando se aplicó la estimulación: “Mi mano … se movió con mucha más facilidad”, lo que le permitió retomar la práctica de su instrumento.
¿Qué significa esto para la medicina neurológica?
Este caso se volvió muy llamativo por varias razones:
Este particular caso es la prueba de que la neurocirugía moderna ya no se trata solo de bisturís, sino de precisión en tiempo real. Gracias a técnicas avanzadas, los médicos pueden operar zonas profundas del cerebro sin sedar por completo al paciente, observando sus respuestas al instante. En esta cirugía, el clarinete no fue solo su pasión: fue una herramienta clínica. Tocarlo permitió medir si el tratamiento funcionaba. Así, medicina y música se unieron con un objetivo claro: no solo aliviar síntomas, sino devolverle la capacidad de hacer lo que más ama.
¿Aspectos técnicos fueron tomados en cuenta para ser evaluados?
Para guiar con precisión la cirugía, los médicos colocaron un marco sobre el cráneo de la paciente, como si trazaran un GPS directo al cerebro. Solo usaron anestesia local, ya que el cerebro no siente dolor, lo que permitió que ella estuviera despierta… ¡y tocando el clarinete! Al final, le implantaron un generador recargable que puede durar hasta 20 años, convirtiendo esta intervención en una solución duradera y sorprendentemente musical.
¿Qué se debe tener en cuenta?
Aunque la cirugía permitió mejoras funcionales importantes, no representa una cura total de la enfermedad de Parkinson; más bien, mejora significativamente la calidad de vida al permitir la recuperación de actividades que la rigidez o lentitud habían restringido.
Este tipo de intervenciones requieren un equipo multidisciplinario muy especializado: neurocirujanos, neurofisiólogos, anestesiólogos, terapistas y otros profesionales. Cada movimiento del paciente puede convertirse en una señal diagnóstica para el equipo médico.
La decisión de que el paciente participe activamente durante la operación (p. ej., tocando un instrumento) debe evaluarse cuidadosamente: implica riesgos, requiere cooperación consciente del paciente, y un entorno quirúrgico pensado para permitir dicha actividad sin interferir con la seguridad.

|Créditos: Redes Sociales
La escena de una mujer tocando el clarinete mientras le implantaban electrodos en el cerebro es un ejemplo impresionante de cómo la medicina moderna está integrando funciones humanas muy especializadas como la música al quirófano. No se trató solo de una curiosidad: fue una estrategia cuidadosamente diseñada para maximizar los resultados funcionales.
Este tipo de intervenciones abren nuevas posibilidades: que los pacientes no solo salgan “mejor” de una operación en términos de salud, sino que puedan también recuperar partes esenciales de su identidad y aficiones, como tocar un instrumento, caminar, bailar o nadar, que habían sido afectados por la enfermedad.
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