Aunque muchos aceptan los largos trayectos diarios como parte de su rutina laboral, diversos estudios han revelado que esta práctica no solo agota el tiempo y la paciencia, sino que también pone en riesgo la salud física y mental de millones de personas.
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Tiempo perdido, bienestar reducido
De acuerdo con el Global Traffic Scorecard, tan solo en la Ciudad de México una persona promedio pasa más de 90 horas al año en traslados laborales. Ese tiempo, que podría aprovecharse en ejercicio, descanso o vida social, se pierde entre embotellamientos, estrés y esperas interminables.
Menos movimiento, más riesgos
Los desplazamientos largos suelen ir de la mano con el sedentarismo. Investigaciones señalan que quienes viajan más de 3 km diariamente tienen mayor probabilidad de subir de peso, padecer trastornos del sueño e incluso desarrollar enfermedades crónicas como hipertensión, obesidad y diabetes tipo 2. A esto se suma una disminución en la calidad de vida y energía disponible para otras actividades cotidianas.
Fatiga mental y sueño interrumpido
Un traslado superior a una hora al día también se relaciona con niveles más altos de cortisol, la hormona del estrés. Esto provoca mayor riesgo de insomnio, ansiedad e irritabilidad. Además, cuando el descanso nocturno se ve reducido o interrumpido por los horarios de transporte, el cuerpo resiente el impacto con consecuencias cardiovasculares y emocionales.
Impacto emocional: más allá del cansancio
El tráfico impredecible, el hacinamiento en el transporte público y la falta de control sobre los horarios generan una carga emocional que no se disipa fácilmente. Las personas que viven esta rutina suelen presentar mayor frustración, dificultad para concentrarse y menor satisfacción personal, lo que afecta también su desempeño laboral y relaciones personales.
Un ciclo difícil de romper
Largos trayectos, poca actividad física, mala alimentación y escasas horas de sueño conforman un círculo vicioso que afecta directamente la salud integral. A mediano y largo plazo, esto se traduce en agotamiento crónico, ausentismo laboral y hasta aislamiento social.
¿Cómo solucionar esta problemática?
- Fomentar el teletrabajo o esquemas híbridos: Muchas empresas ya han comprobado que trabajar desde casa mejora el bienestar sin afectar la productividad.
- Aprovechar los traslados inteligentemente: Escuchar audiolibros, practicar respiración consciente o planear el día pueden ayudar a reducir el estrés.
- Mejorar hábitos de sueño y alimentación: Dormir al menos siete horas y priorizar una dieta equilibrada fortalece la salud frente al desgaste diario.
Vivir lejos del trabajo va más allá del tráfico o del reloj: es un factor silencioso que desgasta cuerpo y mente con el paso del tiempo. Apostar por soluciones flexibles y estrategias personales de cuidado puede marcar la diferencia entre una vida desgastante y una rutina más saludable y equilibrada.
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