La neurocientífica Jimo Borjigin ha revolucionado nuestra comprensión del cerebro en los momentos previos a la muerte. Su interés en este fenómeno comenzó hace poco más de una década, cuando un experimento en ratas reveló sorpresas inesperadas sobre la actividad cerebral durante el proceso de morir.
¿Qué pasa con el cerebro al momento de morir?
Durante un estudio, Borjigin y su equipo observaron un aumento masivo en la secreción de serotonina en ratas que habían fallecido, sugiriendo posibles alucinaciones. Este hallazgo la llevó a investigar más a fondo, descubriendo que el cerebro en sus últimos momentos podría estar mucho más activo de lo que se pensaba.
Tradicionalmente, la medicina ha enfocado el concepto de muerte en la función cardíaca. Cuando el corazón deja de bombear sangre, se considera que se produce un paro cardíaco y, por ende, muerte clínica. Se asumía que, al detenerse el corazón, el cerebro también cesaba su actividad debido a la falta de oxígeno. Sin embargo, los estudios de Borjigin desafían esta noción.
En investigaciones realizadas en 2013 con ratas, Borjigin y su equipo encontraron un incremento dramático en los niveles de neurotransmisores como serotonina, dopamina y noradrenalina después de la detención del corazón, indicando un estado cerebral hiperactivo en lugar de uno hipoactivo.
Además, en un estudio de 2023 con pacientes humanos en coma, se observó una actividad cerebral significativa tras la desconexión de los ventiladores mecánicos, incluyendo ondas gamma, asociadas con funciones cognitivas complejas y memoria.
Estos estudios sugieren que áreas específicas del cerebro, como la corteza visual y la zona cortical posterior, se activan intensamente durante la muerte. Borjigin considera que esta actividad cerebral podría explicar fenómenos reportados en experiencias cercanas a la muerte, como ver una luz intensa o sentir una conciencia elevada.
Aunque el estudio de Borjigin es aún preliminar y necesita más investigación, sus hallazgos proponen que el cerebro podría tener mecanismos internos para manejar la falta de oxígeno, similar a la forma en que los animales entran en hibernación. Este enfoque ofrece una nueva perspectiva sobre el proceso de morir, sugiriendo que la actividad cerebral en los momentos finales podría ser una respuesta adaptativa del cerebro ante la crisis del oxígeno.
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